Una de las más esclarecedoras definiciones de dilemas éticos personales que conozco la dio el ex Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires Guillermo Jaim Etcheverry, cuando dijo en una conferencia: “es la colisión entre los deseos y los deberes”, el contexto en el cual lo hizo trataba de explicar el fracaso de la educación universitaria argentina como la hipocresía de quienes deberían estudiar, investigar o enseñar y no lo hacen. Pero la experiencia de más de treinta años en el ejercicio de la profesión me ha demostrado cotidianamente la veracidad de ese aserto en casi todos los ámbitos personales.
La fuerza de ese conflicto surge de que los deseos son esencialmente impulsos guiados por la supervivencia mientras que los deberes son fundamentalmente razones guiadas por la convivencia. Cuando deseos y deberes están orientados en el mismo sentido los logros humanos son extraordinarios, pero cuando están orientados en sentido contrario el padecimiento es extremo.
Pero esto que puede explicar los dilemas personales y llevar a estudiar las razones por las cuales hay ciertas áreas de colisión en nuestra vida personal, habitualmente fundadas en las incoherencias entre lo que sentimos, pensamos y hacemos, por eso el examen de nuestra conciencia es un estupendo momento de autoconocimiento, pero cuando llevamos este análisis al plano social las conductas de un conjunto de personas son difíciles de explicar ¿Todos colisionamos en los mismos lugares en los mismos momentos?
Me resulta difícil pensar que siendo tan diferentes nuestras historias personales tengamos diferencias de comportamiento grupales que conduzcan a grietas y estén fundadas en estas colisiones puntuales: por nombrar, sólo a tres recientes, el aborto, la eutanasia y las vacunas.
Es difícil pensar que nuestra posición ante cada uno de estos problemas refleje una colisión entre un deseo y un deber: es poco probable que los que estén a favor del aborto sea porque van a abortar, los que están a favor de la eutanasia sea porque van a quitar la vida de un paciente sufriente o que quienes estén en contra de las vacunas lo sean porque deben vacunarse ahora.
Me parece en cambio esclarecedor profundizar en el cultivo de las virtudes como una explicación más razonable para explicar los comportamientos sociales.
Yo les confieso que para mí las virtudes son siempre teologales, en el sentido del alfa y el omega de nuestra existencia, son un don, una vocación y un camino.
Son un don en tanto y en cuanto se han sembrado en nuestro ser, una vocación en cuanto nos convocan a ser de una manera determinada y un camino en cuanto se desarrollan y recorren toda nuestra existencia, podemos ver adelante hacia dónde nos llevan y podemos ver hacia atrás y ver cuándo las abandonamos o los recodos que dimos.
Así podemos ver el aborto como el asesinato de la caridad. No hay mayor don que la vida, no hay vida más vulnerable que la vida en gestación y la vida naciente. No hay mayor crimen que eliminarla sin darle siquiera la posibilidad de desarrollarse. Toda vida vale y elegir quien va a vivir y quién no, no debería ser tarea humana.
Podemos ver la eutanasia como el asesinato de la esperanza. Creer que el sufrimiento es intratable, incontrolable y que sólo la muerte puede ser liberadora es haber perdido la esperanza de un mañana mejor, de humanizar al otro dejándonos cuidar cuando somos incapaces o vulnerables, y de humanizar la medicina dignificando el cuidado del muriente como una tarea tan importante como el cuidado del curable. Si toda vida vale, vale lo mismo en todo momento de su existencia, determinar que alguien es más valioso en algún momento de la vida y no en otro, no debería estar en mano de los humanos, pues tienden a confundir valor con precio y precio con utilidad.
Podemos ver los contrarios a la vacuna como afectados por falta de confianza. Vivimos en un mundo que se esfuerza cotidianamente en minar nuestra confianza en nosotros mismos, en los demás y en las instituciones. En gran medida eso se explica por la velocidad de transmisión y permanencia de las malas noticias sobre las buenas. Pero debemos comprender que muchos de esos espejismos de maldad son sólo eso: la mayoría de las personas son buenas, la mayoría de los aviones despegan y aterrizan sin problemas y la mayoría de las naciones están en paz con sus vecinos.
Esto no es negacionismo sino realismo fáctico.
Sin embargo este estado de paranoia y desconfianza que nos lleva a considerar al otro como un enemigo e invertir en falsas seguridades pone también en peligro nuestra vida.
Esto sucede con las personas que se niegan a vacunar, en este caso contra el covid, ponen en peligro su vida, ponen en peligro la vida de los demás al utilizar recursos escasos y costosos de salud y ponen en riesgo a sus congéneres al ser eventuales cultivadores de variantes que pueden ser más agresivas.
Sin embargo analizar nuestros juicios sobre estos tres problemas sin analizar los problemas subyacentes que nos conduce a considerar razonable impedir el nacimiento de una vida, la continuidad de una vida o la protección de una vida, nos impedirá construir las condiciones en nuestra sociedad que nos permita revertir esta situación.
Las conductas son consecuencias de las razones, aunque muchas veces el camino del conocimiento es inverso y sólo conocemos las razones al tratar de justificar y explicar las conductas.
Es interesante ver la historia del monoteísmo y de las religiones del libro como una expresión predominante de cada una de las virtudes: el judaísmo como expresión de la Esperanza, el cristianismo como expresión de la Caridad y el islamismo como expresión de la Fe.
Lo interesante de las virtudes es que se enseñan mediante el ejercicio.
La esperanza se ejerce.
No es fantasía ni es optimismo.
La fantasía es un escapismo de la realidad por la cual creemos que el mundo cambiará mágicamente sin nuestro trabajo y compromiso.
El optimismo es la elección de la mejor opción frente a todas las posibles alternativas impredecibles y muchas veces deshecha las alternativas contrarias sin considerarla siquiera.
Es interesante ver la preparación del Pueblo Judío para el cruce del Mar Rojo (Pesaj) en el Éxodo para comprender el realismo de la construcción de la esperanza. Primero las dificultades para convencer al Faraón de la necesidad de liberar al pueblo y luego la preparación del mismo pueblo, qué comer, como vestirse, qué llevar de qué manera estar calzados, etc.
La esperanza nace en la adversidad y nos da la fuerza para construir las condiciones del futuro deseado.
No hay razones para la fantasía ni para el optimismo, pero si hay razones para la esperanza y nuestro primer Pastor nos dio como misión “dar razón de nuestra esperanza”.
Por tanto, la esperanza es realista y exige nuestro compromiso para que podamos hacer realidad ese futuro que queremos.
Sin nuestro trabajo es poco probable que se consolide, pero sólo nuestro trabajo es insuficiente.
Somos labriegos contratados para trabajar la viña, pero los frutos los provee Él.
La caridad se ejerce.
Esa es la lección más admirable de nuestro Señor, Él nos dijo que debía morir para nuestra salvación pero sobre todo murió por nuestra salvación.
“Mirad cómo se aman” condujo a la curiosidad para saber por qué se aman.
El “cuidado de la viuda y del huérfano”, “poner la otra mejilla”, “dar el manto al que pide nuestra túnica”, “buscar la oveja perdida”, llevó a construir una comunidad animada por el espíritu, capaz de tolerar todo martirio sin ejercer un acto de violencia.
Durante los primeros cuatrocientos años de nuestra era nuestros padres fueron perseguidos sin piedad y sin descanso, prefiriendo morir a matar.
En nuestros días nuestros hermanos son perseguidos cotidianamente y muchos de ellos dando ejemplos de santidad en el martirio prefieren morir a matar.
Esa es la fuente del ecumenismo cristiano, como dijo San Juan Pablo II la sangre común de nuestros mártires borra las diferencias entre las distintas expresiones del cristianismo.
La confianza se ejerce.
Ir al encuentro con el otro, desarmado es el principio de la paz, ningún desarme es posible si no empiezas por desarmarte.
Ir al encuentro con el otro sin prejuicios es el principio del conocimiento mutuo.
Nuestro Pastor nos da muestras cotidianas de esa confianza sin límites.
¿Has cometido un error? Confía en la justicia.
¿Has sido difamado? Confía en la verdad.
¿Has juzgado equivocadamente? Confía en la misericordia.
Una sociedad basada en la confianza:
valoriza la honestidad sobre el poder;
valoriza la verdad sobre el relato;
valoriza el esfuerzo sobre el éxito;
valoriza el servicio sobre el placer.
Todo esto se sintetiza en la fuerza del “venceréis pero no convenceréis” de Miguel de Unamuno: la fuerza, el poder, el dinero vencen transitoriamente pero no convencen, el convencimiento es lo que perdura, lo que se mantiene inmutable cuando se pierde fuerza, poder y dinero, lo que lleva a entregar la propia vida por otro.
Pareciera que estamos vencidos en un mundo en el que el éxito justifica cualquier medio, el dinero limpia cualquier ofensa y la salvación individual es factible, pero si dejamos que la mirada se aclare y el ruido se aplaque vemos la falsedad de esas afirmaciones: un microbio imperceptible paraliza las maquinarias más poderosas; un evento inesperado trueca las predicciones más sólidas en superchería insustancial; una desconfianza globalizada pone las vidas de todos en riesgo.
Pero lo importante es que no estemos convencidos: el éxito es efímero, el dinero es sólo papel pintado y nos salvamos comunitariamente: “lo que hiciste con el más pequeño de tus hermanos lo hiciste conmigo”.
El más pequeño.
Esa es la pesa que inclina el fiel de la balanza.
Salir de pensar los dilemas éticos personales como áreas de colisión entre deseos y deberes para pensar las opciones éticas sociales como áreas de proyección de las virtudes que debemos cultivar también nos lleva a pensar en crecimiento e interacción de las virtudes: uno crece en la Fe ejerciendo la caridad que lleva al desarrollo de la esperanza, que a su vez reafirma las creencias.
Esto implica que muchas veces la inercia destructiva de una costumbre, que no es sino la consolidación de un hábito social, se cambia con el ejercicio de las virtudes, con la voluntad puesta al servicio de la construcción de nuevas relaciones, nuevas formas de comunicación, nuevas maneras de servir al otro y a la comunidad.
Ese es el rol de los nuevos desafíos, de qué manera logramos dar respuestas creativas que reafirmen la vigencia eterna de las verdades esenciales.
Recordemos que el tiempo es superior al espacio, por lo tanto debemos trabajar en el silencio y la oscuridad de la tierra fértil para que asome el brote que dará lugar al árbol que dé sombra, cobijo y alimento: ejerciendo la Caridad, manifestación de la Fe y motor de la Esperanza.
Un gran abrazo a la majada
Ernesto
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