Me parece que nuestro Papa Francisco ha abierto este capítulo cuando dice que Dios tiene un estilo de cuidado del hombre: cercanía, compasión y ternura.
La teología de la cordialidad nos acerca al núcleo de la Revelación Cristiana: el corazón de Dios; un Padre que nos ama, nos espera, nos perdona, nos libera, nos hermana y nos salva; un Hijo que se entregó por nuestra salvación cuando éramos pecadores y nos envió el Espíritu que nos libera de la esclavitud de la Ley, explicándonos las Escrituras y auxiliándonos a dar testimonio del amor de Dios siendo Bienaventuranzas para nuestros hermanos.
Ese núcleo que une las Bienaventuranzas con el Juicio de Dios, es el encuentro entre el corazón de Dios y el corazón de la criatura humana. En eso consiste la teología de la cordialidad.
El conocimiento de la revelación del corazón de Dios permite comprender al corazón del hombre: allí radica la semejanza de la creación.
Semejanza por cercanía. Dios está siempre a nuestro lado, camina a nuestro lado, se acerca en nuestra angustia, santifica nuestras fiestas y nos busca en nuestra muerte. Nada de lo humano puede alejarlo, somos nosotros los que nos alejamos de Él. Somos nosotros los que elegimos otro camino.
Semejanza por compasión. Él conoce cada una de nuestras fallas y carencias. Él sabe de nuestra finitud y nuestra incapacidad. Él siempre nos auxilia. Nos auxilia en el éxito y también en los fracasos. Su perdón está siempre accesible. Él siempre sube a mirar el horizonte para ver en el camino al hijo que vuelve arrepentido. Ni siquiera espera que golpeemos la puerta, en cuanto nos ve corre a nuestro encuentro, porque estábamos muertos y hemos vuelto a la vida. Él perdona nuestras deudas aunque sean impagables. Él limpia nuestras heridas y restaura nuestra vida.
Semejanza por ternura. Él sabe que hemos tocado su manto y hemos recibido sus dones, aunque no los merecemos. Él sabe que nos han atrapado en fragante adulterio. Él conoce que no estamos libres de pecado. Él comprende que hemos cumplido los mandamientos, pero estamos aferrados a falsas seguridades materiales. Él nos invita a caminar sobre las aguas y nos salva ante la pequeñez de la nuestra Fe. Él sabe que a veces sólo tenemos dos monedas de cobre y valora que las entreguemos; sabe que hemos perdido el talento porque ni siquiera lo hemos enterrado; sabe que se hace tarde y nadie nos ha contratado para trabajar en la viña; sabe que mucho amamos porque mucho nos ha sido perdonado.
Ese estilo de Dios, debe traducirse también en un estilo de relación de los hombres, sin olvidar que Dios es siempre misterioso e impredecible en sus designios de amor al hombre y a la humanidad.
Este Dios misterioso que hace brillar el sol sobre buenos y malos, que tiene compasión de la cizaña para cuidar el trigo; que es un sembrador ineficiente porque sabe que algunas darán fruto y otras serán alimento de los pájaros a la vera del camino; que después que hayas pasado una noche en vela sin poder pescar a pesar de tu experiencia, te llevará a echar las redes y quedarán a punto de reventar; que recogerá doce canastas con las sobras de cinco panes y dos peces; que durante tres años enseñará a quien lo va a traicionar; que fundará su Iglesia sobre la piedra débil de quien lo negará tres veces y morirá por Él.
Es también un Dios impredecible que se compadece e identifica con el más pequeño, con el que está marginado, con el huérfano, con la viuda, con el extranjero, con el leproso, con el ciego, el sordo, el mudo, el paralítico o el condenado… mientras discute con dureza a los escribas, los fariseos, los puros, los limpios, los poderosos, los satisfechos, los que intentan reducir a Dios a sus preceptos y sus leyes, limitar a Dios a su Sabbath o encerrar a Dios en su templo.
Pero quizá lo más interesante de la Teología de la cordialidad sean sus derivaciones, y en eso radica la coherencia del Pastor, no sólo nos revela el corazón misericordioso de Dios y el corazón anhelante del hombre, también nos ayuda a comprender como esa revelación se traduce en una Ética de la Fraternidad, una Política de la solidaridad, una Economía de la inclusión que maximice el bien común, una Antropología de la amistad que profundice los lazos de confianza y una Ecología humana que cuide tanto la salud de la tierra como de las personas y que cuide a las personas desde la concepción y hasta la muerte, sin considerar a nadie desechable o descartable.
La venida del Reino comienza en el aquí y el ahora de nuestro encuentro con Dios. Él le dice a nuestro corazón “Efetá” para que podamos oír y expresar las maravillas de su amor.
Un abrazo a la majada
Ernesto
Foto de Jonas Ferlin en Pexels
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