En una impresionante Basílica de San Pedro totalmente vacía, se llevó a cabo la Eucarística del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, celebrada por el Papa Francisco en presencia solo de unos pocos colaboradores y algunos sacerdotes y religiosas.
Luego de bendecir los olivos ubicados al costado del altar, Francisco inició su homilía de comienzo de Semana Santa con las palabras del apóstol Pablo en las que muestran a Jesús como un siervo de su pueblo: "Dios nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió gratuitamente, porque nos amó primero".
En el altar principal se colocó la imagen de la Virgen Salus populi Romani, cuya imagen se venera habitualmente en la Basílica de Santa María la Mayor.
¿Cómo nos sirvió el Señor?
Bajo la imagen del Crucifijo Milagroso traído de la Iglesia San Marcello, Francisco explicó que Jesús nos sirvió dando su vida por nosotros. "Esto nos deja con la boca abierta: Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Sin defenderse, sólo con la humildad, la paciencia y la obediencia del siervo, simplemente con la fuerza del amor". También señaló dos situaciones dolorosas de quién ama: la traición y el abandono.
"La traición. Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió[...], por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó las manos. Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida". Respecto al abandono, Francisco resaltó la frase dicha por Jesús en la cruz «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
¿Y todo esto para qué?
Para entender el dolor de la Cruz y comprender cómo se sintió abandonado Jesús, el Papa nos aclara que éste dolor tiene un por qué y afirma: "Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos".
"El resto pasa, el amor permanece"
Hacia el final de su homilía, Francisco recalcó que "drama que estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor". Así recordando permanecer en casa en estos días, recomendó mirar Cristo Crucificado que "es la medida del amor que Dios nos tiene", y procurar estar cerca del que sufre, del que está solo y necesitado.
El Sumo Pontífice dedicó está celebración de Domingo de Ramos en especial a los jóvenes por la Jornada que desde hace 35 años está dedicada a ellos; y los invitó a mirar a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. "No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás".
Por último, el Papa recordó que "la vida es un don que se recibe entregándose". Y concluyó remarcando que hay que decir siempre sí al amor.
Foto de vatican.va en Domingo de Ramos
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