El barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache, ubicado en la zona oeste del Conurbano Bonaerense le pone música a sus calles, a sus casas… se escucha: “…Do, Re, Mi, Faaaa…”. Los pibes y pibas cantan, bailan por momentos, se expresan, se divierten, juegan, sueñan, prestan atención, son escuchados, valorados, respetados.
Soledad Flores fundó una escuela de música infantil para que los chicos de la zona accedan de forma gratuita a clases de violín y guitarra.
Para contar la historia de F.A.M.A. (Formación Académica Musical Artística) -como le pusieron los chicos a la orquesta- primero hay que hablar de Soledad.
Ella creció en Tres de Febrero. Pasó su infancia y adolescencia entre una casa tomada en Ciudadela y una habitación alquilada en el nudo 5 de “El Fuerte”. A los 11, tuvo que dejar el colegio para empezar a trabajar. Primero dentro de un taller de zapatos en la villa “Los Paraguayos”, pegada a Ejército de los Andes. Más adelante, en una fábrica. También juntó cartones, cuidó chicos, limpió casas.
Sus ganas de retomar los estudios la llevaron a anotarse en un secundario para adultos a los 21 años. Antes de hacerlo, le pidió ayuda a su papá: “Nena, mirá qué plata no tengo”, me dijo. Él ya estaba jubilado por invalidez. Le respondí que solo necesitaba que me alentara, que me dijera “vos podés”. A los 23, empezó a formarse en técnica vocal y canto. En el conservatorio tuvo de profesor a Rubén Jurado, del que terminó enamorándose unos cinco años después. Hoy es su marido, el papá de sus dos hijos y su compañero en la escuela-orquesta (hoy es músico en el Teatro Colón).
Si bien se mudó a Capital, no se olvidó del barrio. “Uno no abandona las raíces, siempre está mirando hacia ese lugar, queriendo hacer algo”, sigue. F.A.M.A. es su sueño hecho realidad, la posibilidad de que los chicos tengan lo que a ella le faltó: un acercamiento a la música en la infancia.
“Yo siempre digo que soy una militante de la cultura. Me encanta llevar este proyecto adelante. Mucha gente nos dona instrumentos para poder dar las clases, hay mucha gente buena, con un gran corazón. La música cuando te atrapa no te suelta más”, comentó la profe.
La música estuvo siempre en ella. De chiquita ya cantaba frente al espejo y con su cepillo de dientes de micrófono. Pero hacerlo en público le daba vergüenza. “Tuve un primer casting “simbólico” más de grande. Fue en el barrio, arranqué con el arroz con leche”, recuerda. Lo hizo a pedido de unos conocidos que tenían una banda de rock y buscaban una voz femenina.
“Ojalá el día de mañana existan escuelas de formación musical en la mayor cantidad de barrios posibles. La idea es que algún pibe después termine siendo el docente de esas instituciones”.
Soledad hace una pausa, piensa, mira al periodista de Canal Orbe 21 y cierra diciendo,
“Acá los chicos aprenden tocando y lo importante es que ellos sonrían”
Y señala que “busca transmitirles pasión por el arte”, uno de los valores que le inculcó su abuelo.
Una historia que marca pasado, presente también. La Escuela de Música F.AM.A, el aprendizaje de aquellos que más lo necesitan, el arte, la cultura, el sonido de un barrio que, sin duda, merece ser escuchado.
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