Hoy 22 de enero el Santo Padre Francisco celebró, como todos los días, la Santa Misa desde la Capilla de Santa Marta.
En su homilía nos habló sobre la gratuidad de Dios al elegirnos a cada uno de nosotros y el regalo que nos hace al entregarnos el don del Espíritu Santo, pero esto implica un compromiso y es el de custodiar este don con nuestra entrega al Señor.
Cuando Dios elige, hace ver su libertad y gratuidad. Pensemos en todos nosotros que estamos aquí: pero ¿por qué nos eligió el Señor? "No, porque somos de una familia cristiana, de una cultura cristiana..." No. Muchos de una familia y cultura cristiana rechazan al Señor, no quieren. ¿Pero por qué estamos aquí, elegidos por el Señor? Gratuitamente, sin ningún mérito, gratuitamente. El Señor nos ha elegido gratuitamente. No hemos pagado nada para convertirnos en cristianos. Nosotros sacerdotes, obispos no hemos pagado nada para ser sacerdotes y obispos - al menos así pienso, ¿no? Porque hay, sí, los que quieren ir adelante en la llamada carrera eclesiástica, que se comportan de modo simoníaco, buscan influencias para convertirse en aquí, allá, allá... los trepadores. No, pero esto no es cristiano. El ser cristiano, el ser bautizados, el ser ordenados sacerdotes y obispos es pura gratuidad. Los dones del Señor no se compran.
En la vida ordinaria, en los negocios, en el trabajo, tantas veces para tener un lugar más alto se habla con este funcionario, se habla con este gobernador, se habla con este de aquí..., porque “pero, dile al jefe que me lleve...”. No es don; esto es escalar. El ser cristiano, el ser sacerdotes, el ser obispos, es sólo un don. Y así se entiende nuestra actitud de humildad, la que debemos tener: sin mérito alguno. Sólo que debemos cuidar este regalo, que no se pierda. Todos fuimos ungidos por la elección del Señor; debemos custodiar esta unción que nos ha hecho cristianos, nos ha hecho sacerdotes, nos ha hecho obispos. Esta es la santidad. Lo demás no sirve. La humildad de custodiar. Y así, el don. ¿Cuál es el gran don de Dios? ¡El Espíritu Santo! Cuando el Señor nos eligió, nos dio el Espíritu Santo. Y esto es pura gracia. Es pura gracia. Sin nuestro mérito.
Si nosotros los cristianos olvidamos al pueblo de Dios, incluso a los no creyentes, si nosotros los sacerdotes olvidamos nuestro rebaño, si nosotros los obispos olvidamos esto y nos sentimos más importantes que los demás, negamos el don de Dios. Es como decirle al Espíritu Santo: “Pero tú ve, ve tranquilo en la Trinidad, descansa, yo me las arreglo solo”. Y eso no es cristiano. Eso no es custodiar el don. Pidamos hoy al Señor, pensando en David, que nos dé la gracia de dar gracias por el don que nos ha dado, de ser conscientes de este don, tan grande, tan bello, y de custodiarlo -esta gratuidad, este don- custodiarlo con nuestra fidelidad.
Te puede interesar
Reviví