En esta segunda parte de la nota seguimos con el segundo de los cuatro pilares que construyen el vinculo de la proximidad: la vocación.

 

2. La proximidad entendida como vocación de encuentro:

Hay una actitud permanente de nuestro Señor que a mi me fascina y es su vocación por la proximidad. 

Nada lo aleja de los hombres. 

No lo hace su sexo en una época en las que las mujeres eran consideradas menos que nada. El no tiene reparos en salvarlas de la condena de los hombres y la ley, convertirlas aunque sean samaritanas, curarlas aunque toquen su manto permiso y hasta acelerar su vida pública ante el pedido de su madre en una boda. 

No lo hace tampoco la edad, pues elogia siempre la disponibilidad y la inocencia de los niños, ni la riqueza, ni el poder, ni la salud. No lo hace la práctica religiosa. 

Ni siquiera lo limita el mandato del Sabbath. 

Me deleito cuando leo el Evangelio de San Marcos y Jesús pone en el centro de la escena a un tullido que no puede extender la mano y pregunta “¿Es lícito en Sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?”

Les confieso que lo que más me gusta de ese pasaje es la transfiguración de su humanidad: dice el Evangelio que “los miró con ira” al ver la dureza de su corazón. 

Yo no sé ustedes, pero a mi se me pone la piel de gallina, sólo de pensar lo que debe ser esa mirada y por otra parte la sencillez con que resume lo que es lícito, en cualquier circunstancia y condición ¿vas a hacer el bien? 

No encuentro una vocación tan clara a la construcción de un mundo mejor, más justo y más humano que pensar en el bien del otro. ¡Qué diferente sería todo si nos dedicáramos a hacer el bien, a buscar el bien del otro!   

 

Un abrazo a la majada

Ernesto